El trastorno del procesamiento sensorial (TPS) es una condición en la que el cerebro tiene dificultades para recibir, interpretar y responder a la información sensorial del entorno y del propio cuerpo. Esto puede hacer que las personas reaccionen de manera exagerada, insuficiente o inapropiada a estímulos como sonidos, texturas, luces, olores o movimientos. Es más común en niños, pero también puede afectar a adultos.
Causas
La causa exacta del TPS no se conoce completamente, pero los investigadores sugieren que puede estar relacionada con varios factores:
- Factores neurológicos:
- Alteraciones en las conexiones cerebrales que procesan la información sensorial.
- Problemas en la integración de los estímulos de diferentes sentidos.
- Factores genéticos:
- Mayor prevalencia en familias con antecedentes de trastornos del desarrollo, como el autismo o el TDAH.
- Factores prenatales y perinatales:
- Complicaciones durante el embarazo, como infecciones o exposición a sustancias tóxicas.
- Parto prematuro o bajo peso al nacer.
- Factores ambientales:
- Experiencias tempranas de privación sensorial o estrés severo.
Aunque el TPS puede ocurrir de forma aislada, también se asocia con condiciones como el autismo, TDAH y trastornos de ansiedad.
Signos y síntomas
Los síntomas varían ampliamente según cómo se afecte el sistema sensorial de la persona. Pueden dividirse en dos categorías principales:
- Hipersensibilidad (respuesta exagerada):
- Molestia extrema por ruidos, luces brillantes o ciertos olores.
- Rechazo a tocar ciertas texturas o materiales (ropa, alimentos).
- Evitar el contacto físico, como abrazos o caricias.
- Ansiedad o frustración en ambientes con muchos estímulos sensoriales.
- Hiposensibilidad (respuesta insuficiente):
- Búsqueda constante de estímulos intensos (movimientos bruscos, ruidos fuertes).
- Necesidad de tocar todo para explorarlo.
- Falta de respuesta a dolor o cambios de temperatura.
- Problemas de integración sensorial:
- Dificultad para coordinar movimientos, como correr, saltar o abotonar ropa.
- Problemas de equilibrio o torpeza.
- Dificultad para concentrarse en entornos con distracciones sensoriales.
Estos síntomas pueden afectar actividades cotidianas como comer, vestirse, jugar, aprender o interactuar con otros.
¿Cuándo visitar al médico?
Debes buscar ayuda profesional si:
- Un niño tiene reacciones extremas a estímulos que parecen normales para otros.
- Hay retrasos significativos en el desarrollo motor o problemas para realizar tareas básicas.
- El comportamiento sensorial afecta su capacidad para socializar, aprender o realizar actividades diarias.
- Observas signos persistentes de incomodidad o ansiedad relacionados con estímulos sensoriales.
Un terapeuta ocupacional especializado en integración sensorial puede realizar una evaluación detallada.
Tratamiento
Aunque no existe una cura para el TPS, el tratamiento puede ayudar a las personas a manejar mejor sus reacciones sensoriales y mejorar su calidad de vida.
- Terapia de integración sensorial (TIS):
- Diseñada por terapeutas ocupacionales para ayudar a las personas a procesar y responder de manera más efectiva a los estímulos sensoriales.
- Incluye actividades personalizadas, como balancearse, saltar o manipular objetos con diferentes texturas.
- Estrategias personalizadas:
- Ajustar el entorno para minimizar estímulos desencadenantes (luces, ruidos).
- Crear una «dieta sensorial,» una rutina de actividades que satisfagan las necesidades sensoriales específicas de la persona.
- Apoyo emocional y psicológico:
- Terapia cognitivo-conductual para manejar la ansiedad o frustración asociada con el TPS.
- Enseñanza de habilidades sociales para facilitar la interacción con otros.
- Educación y apoyo a la familia:
- Los padres y cuidadores pueden aprender técnicas para ayudar al niño a enfrentar situaciones sensoriales difíciles.
- Colaboración con maestros para adaptar el entorno escolar.
Consejos prácticos para el manejo del TPS
- Crear un entorno seguro: Usa auriculares para bloquear ruidos, ropa cómoda y espacios tranquilos para descansar.
- Fomentar actividades sensoriales: Como juegos con plastilina, agua, arena o música relajante.
- Establecer rutinas claras: La previsibilidad ayuda a reducir el estrés sensorial.
- Celebrar logros: Recompensar pequeños avances fortalece la confianza y motivación.